Continuamos conociendo a varias salonniere francesas, tal como empezamos en el anterior articulo que puedes leer aquí. En este caso, hablaremos de Claude Catherine de Clermont, Claudine Guerin de Tencin y Madame de Roland.
CLAUDE CATHERINE DE CLERMONT (1543 – 1603)
Recordada como una hermosa joven, contrajo matrimonio a los 18 años, enviudando tan solo dos años más tarde. Por su fina educación y gran cultura, logró ser dama de compañía de la gran Catalina de Médici, ocupando su puesto como cortesana durante una serie de años, dedicándose más tarde a ser gobernanta de los infantes reales. Hablaba con fluidez varias lenguas y participó de conversaciones con embajadas extranjeras, llegando a hablar en nombre de la Reina.
Contrajo segundas nupcias con el Conde de Retz, Albert de Gondi, alejándose entonces de la Corte, para convivir con su marido en sus territorios, colaborando con él en su gobierno y defendiendo su región cuando se encontraba ausente.

Fue en este momento cuando creó y mantuvo su salón, y frecuentó las reuniones de la Academie du Palais, en las que participó activamente. Catherine fue también patrona de las artes, apoyando en 1570 la fundación de la Académie de musique et de poésie.
Por desgracia, no se conservan apenas escritos suyos, ya que sus manuscritos circularon de mano en mano, sin recopilaciones, y no han llegado apenas hasta nuestros días. En la Bibioteca Nacional Francesa se conserva un Album de Poèsies, con reflexiones y poemas que demuestran la gran calidad artística e intelectual de su autora
CLAUDINE GUERIN DE TENCIN (1682-1749)

Escritora y salonniere francesa, fue madre del enciclopedista y matemático Jean le Rond d’Alembert, hijo ilegítimo de su relación con su amante Louis-Camus Destouches. Nacida en Grenoble, se trasladó a París, donde supo relacionarse con las clases económicas y culturales más potentes y situarse como cortesana.
Claudine estaba destinada a ser monja, por decisión familiar, siendo depositada en un convento con tan solo 8 años, llegando en los 16 a hacer los votos. Pero era conocedora de que su vocación no era la suficiente para una vida de oración y pidió una dispensa, que se le concedió, permitiéndole hacer vida secular. En París se instaló como una mujer independiente y bien relacionada. Seis años más tarde de su llegada a la capital parisina, abría su Salón, que estuvo activo de hasta 1749.
Su Salón se consagró a la política y la economía, sirviendo, por ejemplo, como cuartel general para las transacciones del Banco de Law, a donde acudían los especuladores llamados “ricos mississippianos”. En 1733, al disolverse el salón de madame de Lambert por el fallecimiento de su anfitriona y recibir madame de Tencin a la mayoría de sus miembros, evolucionó hasta llegar a convertirse en un centro literario y filosófico de primer orden para la Ilustración. Sin embargo, tras la muerte del consejero Fleury (1743) y de la Duquesa de Chateauroux en 1744, Claudine perdió toda su influencia en la Corte y abandonó toda veleidad con el poder, pues además enfermó gravemente del hígado en 1746, escribiendo en 1747 su última gran novela, Los males de amor. Murió en 1749.
Entre sus numerosos amantes y benefactores estuvieron personajes como Guillaume Dubois, futuro primer ministro, arzobispo y cardenal. Su vida no estuvo exenta de problemas, como en 1726 cuando uno de sus amantes, Charles-Joseph de la Fresnaye, arruinado, se suicidó en su propia casa acusándola falsamente por despecho en una carta que dejó. Madame de Tencin se vio obligada a pasar una temporada en el Châtelet y después en la Bastilla, donde tuvo que soportar algunas de las ironías de Voltaire, compañero suyo en tan incómodo alojamiento, aunque fue declarada inocente por el gran cónsul. Como escritora, madame de Tencin publicó con éxito algunas novelas bien anónimamente, bien con el nombre de sus sobrinos, entre las cuales las Mémoires du comte de Comminge (1735), la novela histórica Le Siège de Calais (1739) y Les Malheurs de l’amour (1747) son consideradas las mejores.
MADAME ROLAND (1754-1793)
Casada en 1781 con Jean Marie Roland, político francés que fue Ministro del Interior en 1792, Maria Jaenne fue una respetada salonniére y revolucionaria. En los primeros días de su matrimonio escribió artículos políticos para el Courrier de Lyon, ciudad donde residió la pareja. Al trasladarse a París, su actividad política fue in crescendo.
Su Salón de la calle Guénégaud se convirtió en punto de encuentro de personalidades como Roberpierre, Pétion, Brissot y otros líderes revolucionarios. También acudía a las reunioones François Buzot, abogado y diputado de los Estados Generales, por quien se rumoreó que sentía un gran amor platónico.

Físicamente, de Madame Roland se ha dicho que era una mujer atractiva y bella, aunque no realmente hermosa, con ideas claras y amplitud de miras, modales tranquilos y poseedora de una aguda capacidad de observación.
El matrimonio Roland comenzó a hacerse impopular según los vientos de la Revolución Francesa barrían París y ellos comenzaron a exponer públicamente su opinión sobre los excesos que cometía el gobierno revolucionario. Maria Jaenne acudió a la Asamblea General para refutar las acusaciones falsas de un detractor, con gran tranquilidad y dignidad. En ese momento, salió vencedora, pero las acusaciones ser antirrevolucionarios continuaron y fueron arrestados varias veces.
Maria Jaenne fue recluida finalmente en La Conciergerie, la prisión. Respetada por los guardias, se le permitió escribir y recibir ocasio nales visitas de sus amigos y familiares. Allí escribió su Appel à l’impartiale postérité, unas memorias que muestran una extraña alternancia entre el autoelogio y el patriotismo, entre lo banal y lo sublime.
Fue condenada en 1793 a morir en la guillotina, y camino del patíbulo mencionó su famosa frase:
¡Oh, Libertad! ¡Cuántos crímenes se comenten en tu nombre!
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