El papel de la mujer en la tradicionalmente llamada Conquista de América es casi desconocido. La falta de fuentes, ya que las Crónicas apenas mencionan a las mujeres y su escasa representación en los círculos de poder, ha hecho que su participación en el importante hecho histórico pasara casi desapercibida. A partir del siglo XX los estudios sociales y de género han puesto en evidencia la necesidad de poner en valor la vida e Historia de estas personas.
Las españolas comenzaron a acercarse al Nuevo Mundo desde el mismo principio de la Conquista. Ya en el tercer viaje de Cristóbal Colón viajaron 30 mujeres, siguiendo instrucciones de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, que buscaban en cierta medida detener la proliferación de parejas mixtas que estaban surgiendo toda vez que los conquistadores se iban asentado en los nuevos territorios y mantenían relaciones, esporádicas o estables, con las indígenas.
Además, las Ordenanzas de Reales de Castilla y Ordenamiento de 1484, que recopilaban la normativa relativa a los matrimonios, establecían la obligatoriedad de la pareja de convivir y hacer vida maridable, así que, en las más de 650 cartas que el Archivo General de Indias conserva y que fueron escritas desde el Nuevo Mundo, muchas son cartas de llamada, en la que los maridos reclamaban a sus mujeres y les enviaban dinero para pagar el flete. Los Reyes Católicos deseaban cuidar la pureza de sangre y, a la vez, replicar la sociedad española en sus nuevos dominios, dotando de una garantía de continuidad cultural española a las zonas recién conquistadas. En 1502, según el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, con la expedición de Fray Nicolás de Ovando llegaron unas setenta mujeres casadas.

Poco más tarde, en 1503, un navío al mando de Antonio Vélez de Mendoza zarpó de Sevilla con veintinueve parejas de hombres y mujeres casados, y sus familias. En 1505 Fray Nicolás de Ovando, de nuevo, valorando la conveniencia de traer más mujeres españolas a la isla, ordenó a todos los hombres de La Española que tuvieran esposa en España que volvieran a por ellas o hicieran que viajaran a donde ellos. Hasta 1509 se puede estimar en ciento noventa y cinco las mujeres que cruzaron el océano atlántico y llegaron al Nuevo Mundo.

En la década siguiente, de 1509 a 1519, llegaron a Santo Domingo en la isla de La Española entre doscientos ochenta y dos y trescientas ocho mujeres más. En los siguientes veinte años, entre 1520 y 1539, de los trece mil doscientas setenta y dos emigrados a América, setecientas sesenta y ocho fueron mujeres, lo que supone un 5,7%. Entre 1540 y 1559 fueron más de nueve mil hombres y tan sólo mil trescientas mujeres. Y ya avanzado el siglo, entre 1560 y 1579, el 28,5% de los emigrados en esos años eran mujeres, más de cinco mil; de las cuales casi dos mil eran casadas o viudas, el 40%, y tres mil solteras, un 60%; algunas incluso, viajaron acompañadas de niños. En los últimos veinte años del siglo, entre 1580 y 1600, las cifras siguieron su ascenso nueve mil quinientos hombres, y dos mil quinientas mujeres. Y a eso tenemos que añadir que a veces ni tan siquiera aparecían en el Catálogo de Pasajeros del Libro de Armadas, obligatorio para cada navío.
Una demostración de valentía y arrojo lanzarse a un viaje sin seguridad, largo y lleno de incomodidades para llegar a un mundo que no conocían, pero que se antojaba peligroso e inhóspito, fuera de la seguridad conocida de sus lugares de origen pero, a la vez, también lleno de oportunidades. Llegar a América significaba, aparte de disponer de fondos para el pago del pasaje, manutención y enseres, soportar un viaje de meses en penosas condiciones, con apenas espacio, intimidad, higiene ni comida. Las descripciones de los viajes son aterradoras. Según las últimas investigaciones, durante el siglo XVI de los más de cuarenta y cinco mil viajeros que partieron hacia Las Indias desde España, más de diez mil fueron mujeres, y no eran únicamente las esposas de los marinos, amantes, concubinas o prostitutas. También viajaron empresarias, hidalgas, amas de casa, sirvientas, religiosas, gobernadoras, delincuentes, virreinas y hasta una almirante, de nombre Isabel Barreto.
Entre el numeroso grupo de los españoles residentes en las nuevas tierras, las mujeres tuvieron un papel preponderante y ejercieron una importantísima actividad, no sólo a nivel de mantenimiento de la familia y el orden social, al que estaban relegadas en su España natal, sino que realmente intervinieron en la actividad económica, ya que, en muchas ocasiones, la economía de subsistencia que fue propia de los nuevos asentamientos en Las Indias necesitaba de su mano de obra y de su labor para lograr resultados positivos. Los primeros españoles debieron de vivir en bohíos con apenas lo básico, sin comodidades.
Ellas trabajaron la tierra, colaboraron en las labores del mar e intervinieron activamente en la creación y consolidación de las nuevas colonias, incluso en su construcción. En un contexto social en gran medida no organizado según los parámetros europeos acostumbrados en la época, las mujeres pudieron alcanzar una relevancia que hubiera sido impensable en sus lugares de origen. En este sentido, la Conquista supuso un gran avance social.

En efecto, ellas eran las que se ocupaban de las posesiones de sus maridos, y se hacían cargo de su representación social, ordenaban y organizaban el trabajo de los criados e indígenas trabajadores, tomaban las decisiones y firmaban pactos y acuerdos, cuando estos se encontraban lejos e, incluso, cuando morían, sin estar sus decisiones bajo la tutela de ningún varón.
Muchas de ellas nunca regresaron a España y decidieron quedarse en las nuevas tierras a vivir una nueva vida, volviéndose a casar e incluso, traspasando las encomiendas de sus antiguos maridos a los nuevos, creando de tal manera pequeños feudos de posesiones territoriales. Asimismo, tenían un importante papel como ejemplo y modelo de comportamiento para los indígenas, de adoctrinamiento, tanto en lo cultural, como en lo religioso, siendo, realmente, las encargadas de fomentar una sociedad de acuerdo con los valores hispanos de la época.
Continuará…
Suscríbete a mi Blog
Si quieres recibir información de los últimos artículos publicados, suscríbete.