Evelina es una chica de provincias, hija no reconocida de Lord Belmont, joven e inexperta. Vive en el campo al cuidado de un reverendo, el Señor Villars, que la adora como a su propia hija, pero va creciendo y necesita conocer el mundo y experimentar nuevas sensaciones. Así, llega a Londres de la mano de la familia Mirvan y comienza a adentrarse en la sociedad londinense de la época. Estamos a finales del siglo XVIII y las principales diversiones son el teatro, la ópera, los bailes y los paseos por los jardines. Todos, lugares donde ver y dejarse ver. Varios galanes harán pronto su entrada en escena, y los equívocos provocados por la inexperiencia de Evelina en sociedad darán lugar a no pocos aprietos para su protagonista. Solo uno le robará el corazón…
La novela describe el Londres de finales de la Edad Moderna con todo lujo de detalles. Leerla es pasearse por los salones engalanados, asistir a bailes y conocer la vida doméstica. La minuciosidad con la que se narran las costumbres, los espectáculos, las conversaciones galantes, los hábitos, las vestimentas y demás son una fuente de conocimiento estupenda para adentrarnos en la época de forma rigurosa.

Está escrita de forma epistolar, lo que puede que a algunos lectores les de cierto reparo, aunque no por ello es complicada de seguir. A mi entender, en algunos momentos contiene demasiados párrafos que aportan poco a la historia principal, pero no hay que olvidar que está escrita hace tres siglos.
La autora nos muestra un mundo superficial, frívolo y cruel, donde las apariencias mandan y la falta de valores morales es notable. Las borracheras, groserías y estupideces de los personajes secundarios se repiten constantemente, dándonos a entender que la sociedad se mueve dominada por seres poco inteligentes, pero con mucho dinero que malgastar.
“Estoy encantado por la novedad de encontrarme con alguien tan auténtico en el mundo como para no dejarse influenciar por la costumbre de olvidar el uso de la razón; lo cierto es que seguir las modas hace que se permitan los mayores dislates sin censura alguna y que las mentes se acomoden, aun a riesgo de las más ridículas manifestaciones, a estos absurdos que tan a menudo acontecen” dice Lord Orville en un momento de la novela, refiriéndose a la actitud de Evelina.
A través de anécdotas, muchas de ellas casi hilarantes, vamos conociendo los códigos de conducta de la época, de tal forma que parece que estuviéramos observando desde nuestro cómodo sofá del siglo XXI un teatro iluminado de otra época.
A la vez, avanzando en las páginas de Evelina, vemos que Frances Burney intenta dar una muestra de cómo debiera ser el comportamiento de las jovencitas en sociedad, qué se espera de ellas y cómo deben conversar y tratar tanto a las damas, como, sobre todo, a los caballeros con los que se vean en situaciones comprometidas. Las escenas de los paseos por los jardines, de las reuniones sociales o de los bailes, incluyen todo tipo de consejos para no dar qué hablar y comportarse debidamente, sin ofender ni llamar la atención. Se desprende de ello, a nuestros ojos de hoy en día, una cierta misoginia y la consideración de la mujer como ser inferior, mero adorno de los caballeros. El personaje de la Señora Selwyn, que aparece hacia el final de la novela, una mujer de lengua ácida e inteligencia rápida, es menospreciado por los varones, y también por las mujeres, por su forma de comportase lejos de las normas sociales.
“—¿No? Entonces… ¿cómo va a ingeniárselas para pasar el tiempo?
—De una forma que su señoría calificaría como extraordinaria —exclamó la señora Selwyn—, la señorita lee.”
De la misma manera, llama la atención la importancia otorgada al dinero y a la posición social y familiar. Evelina se agobia cuando la ven con parientes más pobres o que no responden a la clase social de otros de sus amigos, y, a la vez, sufre lo indecible pensando que su propia situación personal, el rechazo de un padre que no la ha reconocido, sea conocido por los demás. Y esto se entiende como una especie de deshonra que puede afectar al resto de su vida, impedir un buen matrimonio y moverse en sociedad, aunque sea una joven hermosa, educada e inteligente.
Esta es la vida que nos muestra la novela, y como tal, debemos entender que sucedería a finales del siglo XVIII, si no todas las cosas que en ella se narran, situaciones similares, en las que se basaría la autora para sus propias tramas. Una sociedad basada en la apariencia, en los convencionalismos, en el qué dirán. Cada uno de los personajes de la novela responde a un arquetipo de la época: los jóvenes acaudalados de vida disipada, las viejas damas groseras, los petimetres únicamente interesados en galanteos, las mujeres que buscan un matrimonio ventajoso en los bailes …

Londres, siglo XVIII

La autora, Frances Burney
La autora, Frances Burney (1752-1840), era hija del músico y compositor Charles Burney, quien la educó, aunque mucha de su formación fue autodidacta. Sus novelas muestras una mujer joven, que intenta abrirse paso en la sociedad, de estrictas normas y convencionalismos, y son todo un ejemplo de novela costumbrista que nos abre una ventana a una época desaparecida. Las principales obras de Frances, aparte de la presente, son Cecilia (1782) y Camilla (1796). Su forma de escribir, sincera y detallada, sin artificios de la época se dice que inspiró a las grandes autoras inglesas del XIX, como Jane Austen.
Si estás interesad@ en la sociedad de finales del siglo XVIII, leer sus obras son una excelente muestra y forma de conocimiento. En España está editada, a día de hoy, en las Novelas Eternas de RBA aquí y en DÉpoca aquí.
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